Hoy hace 21 días desde el confinamiento. Sólo salgo a la calle para ir a comprar y tirar la basura. Compro una vez por semana y recibimos una cesta de fruta y verdura que nos dura una semana y media, más o menos. La noticia de alargar el confinamiento me sabe agridulce.
La verdad es que no se está mal del todo, pero echo de menos estar en la naturaleza y poder correr sintiendo el camino en mis pies. Medito cada día. Ahora lo hago escuchando directamente el canto de los pájaros sin la necesidad de sonido artificial.
Por el resto, va bastante bien si me centro en el día a día. Es un no parar con un bebé de 8 meses, aunque más relajado a nivel laboral, ámbito que se ha reducido bastante.
Tengo muy presente los seis meses de baja que tuve que hacer por la enfermedad, aunque la gran diferencia con el momento actual es, que anteriormente estaba yo solo, y a pesar de que podía salir, intentaba no hacerlo demasiado. Priorizaba el reposo y la calma, para equilibrar mi sistema nervioso y trabajar el ámbito emocional cada día. Cuando lograba salir, andaba por el campo con los pies descalzos por el prado. Una gran experiencia regenerativa, junto a sentir los rayos del sol en la cara y el silencio que me acompañaba en el trayecto, me acercaban a lo que podría equiparar con el Paraíso aquí en la Tierra.
En cambio, ahora tengo la sensación de que nos estamos preparando para una carrera. Todos estamos pendientes de escoger la mejora posición justo antes de la línea de salida. No paran de aparecer propuestas, algunas interesantes, para continuar haciendo, sin parar.
Los que pueden se quieren colocar lo más cerca de la salida posible. El resto hacemos lo mejor que podemos con los recursos que tenemos.
Hay mucha gente con mucha angustia para continuar facturando y es lo más natural del mundo. El futuro es incierto y no sabemos que nos deparará.
Escucho voces que proclaman que tenemos que reinventarnos, y yo me pregunto: ¿otra vez? ¡No me fastidies!. Ya no sé cuantas veces lo he tenido que hacer desde que la vida me dio a escoger el camino hacia la libertad esperada que incluía la empinada cuesta de la vida del autónomo.
He hecho de coach, astrólogo, consultor, docente, consejero, mentor, desarrollador web y no sé cuantas cosas más. ¿Qué tocará ahora? ¿Quién sabe?
Todavía es incógnita lo que se necesitará una vez todo esto vaya disminuyendo y, se escuche el pistoletazo de salida a la carrera otra vez. Me pregunto: ¿seguro que podremos correr? Y en el caso de que así sea, ¿hacia dónde tenemos que correr, en qué dirección?
Todos son preguntas abiertas y conjeturas más que respuestas aclaratorias. El sonido de mi propio suspiro me indica que quizás el camino no es el de retomar la carrera como hacíamos antes. Quizás hace falta expandir la perspectiva y ver qué hay en otras direcciones distintas a la que indica la línea de salida, en contraste con lo que nos planteamos siguiendo la tónica incrustada anterior.
Todo es nuevo ahora, ¿por qué no intentar hacer un giro radical en el funcionamiento?. Podemos quedarnos con las iniciativas más interesantes que han ido surgiendo de la creatividad compartida durante esta situación. ¡Alguna cosa habremos aprendido! ¿no?
Han aparecido iniciativas colaborativas con un nivel de respuesta ágil para resolver los problemas que la humanidad se iba enfrentando. A través de todo tipo de tecnología e inventiva se ha conseguido diseñar, fabricar y distribuir mascarillas, geles y respiradores enfocados a la necesidad real de las personas que más les afecta el virus.
Otra pregunta sería, ¿es necesario invertir tanto tiempo en desplazamientos y contaminar en los trayectos hacia al trabajo?, ¿todos los días? ¿No sería más interesante poder conciliar de una manera más eficiente entre el vida profesional y familiar?
Miro por la ventana, y veo que hoy hace sol. Parece que la primavera ya ha ganado en frente de los últimos días de frío. Esto ayuda a elevar los estados de ánimos y siempre da un punto de esperanza adicional. Como dijo Viktor Frankl, «un propósito de vida da motivos para seguir viviendo».
Respiro profundamente mientras continúo escribiendo y, siento que me gusta esta sensación de paz que comporta el hecho de convertir en palabras mis pensamientos, mis sentimientos. Así como poderlos compartir sin más intención que el simple hecho de expresar, a pesar de notar ciertas incomodidades en la mano, en el hombro, hago otra respiración profunda y se suavizan.
Me viene una imagen del “Mecanoscrit del segon origen”, de Manuel de Pedrolo donde Alba y Didac tienen que sobrevivir tras un ataque de una raza desconocida. El color de piel de uno, y la valentía y solidaridad de la otra, hacen que tengan que asumir el reto de seguir viviendo en un panorama desolador. ¡Ellos sí que tuvieron que reinventarse!. Volver a crear una sociedad. Centrándose primero en lo más básico: comer, beber y disponer de un lugar seco, para mantener sus cuerpos calientes.
Nosotros también deberemos enfrentarnos a peligros en este recomenzar que tenemos por delante. De la misma forma que los jóvenes tuvieron que enfrentarse con algún personaje que encarnaba la necesidad de sobrevivir mediante la violencia, y la usurpación sin piedad.
Me pregunto qué quiero ser cuando vuelva a comenzar. ¿En qué me gustaría transformarme? En cualquier caso, no me gustaría convertirme en alguien que deba luchar para salvar la vida de mi familia o la propia. ¿Quién sabe de qué es capaz un padre por su bebé?
Espero que el futuro nos haga mejores personas. Creo que los cambios ocurren siempre para escoger esta dirección. La evolución de la naturaleza es inexorable. Eso es lo que aprendí de la enfermedad y su propósito al aparecer en mi camino. Algo que a priori podía parecer lo más terrible del mundo, supuso una reconexión con una parte más interna, más humana y que me ha aportado grandes satisfacciones y grandes esfuerzos para reconstruirme por dentro.
Al fin y al cabo, ¿qué somos los humanos en la inmensidad del universo, sino más que hormiguitas? Existen otras formas de vida que llevan mucho más tiempo aquí y, nos creemos los propietarios de todo lo que nos rodea. La naturaleza tiene un poder inconmensurable, y nos puede escupir del planeta en un santiamén.
Siento un bofetón en la cara de humildad y solidaridad para todos y, un reconectar con el sentido que tiene la vida. Esto no tiene nada que ver con facturar más y más.
Hay una parte de humanidad que nos hemos perdido. ¿Será que el coronavirus ha venido para que nos reencontremos como especie que somos?
Feliz semana.